Estación Quilmes: 09/01/2012 - 10/01/2012

  Rosa María Pargas

29 de septiembre de 2012






















Y una anda discutiendo con el sol
que la entretiene
y pidiendo que la olvide en estos días.
Y el jefe, la oficina
que no puedo…
Y este trago de mañana
que me trepa,
que me ahuyenta, que me pierde
que me lleva…
Y esa gente paso-serio
que me duele…
Y querer ser de tierra,
ser igual,
ser de todos los días,
por momentos,
ser de horarios,
por a veces.
Y este día, en esta calle,
que me aleja como a todos,
…siempre igual…




Rosa María Pargas
Argentina (1949 – 1977)

De: hubiera querido
Ed. Libros de la talita dorada – 2011

Nació en Gualeguaychú, Entre Ríos. A los 20 años viaja a La Plata y luego a Bs. As. a estudiar Sociología. Participa de diversas agrupaciones políticas. En 1972 es detenida y trasladada al penal de Rawson. Allí conoce a su compañero Alberto Miguel Camps, uno de los tres sobrevivientes de la Masacre de Trelew. Trasladada a Devoto es liberada tras la amnistía del gobierno de Cámpora. En 1974 se exilian y luego regresan al país clandestinamente y continúan su militancia en Montoneros. El 16 de agosto de 1977 Alberto es asesinado en un operativo parapolicial y Rosa María secuestrada, Al día de hoy permanece desaparecida, siendo vista por última vez, en el CCD “El Vesubio”.

  Oscar Hahn

26 de septiembre de 2012














La memoria de los espejos


En este espejo que cuelga
en el baño de mi dormitorio
ella se peinó una noche
y después se fue para siempre

Ahora me pregunto si su imagen
no habrá quedado presa en el espejo
como la joven que se peina
en el cuadro de Renoir

Día a día la busco
por los rincones del azogue
pero lo único que encuentro
es el reflejo de la cama vacía

De esa noche sólo me quedan
dos cabellos suyos
enredados en mi cepillo
y la triste certeza
de que los espejos no tienen memoria




Oscar Hahn
Chile – 1938

De: La primera oscuridad
Ed. Fondo de cultura Económica – 2011


Obra: La mujer del espejo – Diego Velázquez (España)

  Enrique Santos Discépolo

23 de septiembre de 2012














Monólogos de radio "Mordisquito", en la década de los 40/50

"La historia no se repite, pero a veces se parece mucho"
                                             María del Carmen Molet  


Resulta que antes no te importaba nada y ahora te importa
todo. Sobre todo lo chiquito. Pasaste de náufrago
a financista sin bajarte del bote. Vos, sí, vos, que ya estabas
acostumbrado a saber que tu patria era la factoría
de alguien y te encontraste con que te hacían el regalo de
una patria nueva, y entonces, en vez de dar las gracias
por el sobretodo de vicuña, dijiste que había una pelusa
en la manga y que vos no lo querías derecho sino cruzado.
¡Pero con el sobretodo te quedaste! Entonces, ¿qué
me vas a contar a mí? ¿A quién le llevás la contra? Antes
no te importaba nada y ahora te importa todo. Y protestás.
¿Y por qué protestás? ¡Ah, no hay té de Ceilán!
Eso es tremendo. Mirá qué problema. Leche hay, leche
sobra; tus hijos, que alguna vez miraban la nata por turno,
ahora pueden irse a la escuela con la vaca puesta.
¡Pero no hay té de Ceilán! Y, según vos, no se puede vivir
sin té de Ceilán. Te pasaste la vida tomando mate cocido,
pero ahora me planteás un problema de Estado porque
no hay té de Ceilán. Claro, ahora la flota es tuya, ahora
los teléfonos son tuyos, ahora los ferrocarriles son tuyos,
ahora el gas es tuyo, pero…, ¡no hay té de Ceilán! Para
entrar en un movimiento de recuperación como este al
que estamos asistiendo, han tenido que cambiar de sitio
muchas cosas y muchas ideas; algunas, monumentales;
otras, llenas de amor o de ingenio; ¡todas asombrosas!
El país empezó a caminar de otra manera, sin que lo
metieran en el andador o lo llevasen atado de una cuerda;
el país se estructuró durante la marcha misma; ¡el país
remueve sus cimientos y rehace su historia!
Pero, claro, vos estás preocupado, y yo lo comprendo:
porque no hay té de Ceilán. ¡Ah… ni queso!
¡No hay queso! ¡Mirá qué problema! ¿Me vas a decir a
mí que no es un problema? Antes no había nada de
nada, ni dinero, ni indemnización, ni amparo a la vejez,
y vos no decías ni medio; vos no protestabas nunca, vos
te conformabas con una vida de araña. Ahora ganás bien;
ahora están protegidos vos y tus hijos y tus padres. Sí;
pero tenés razón: ¡no hay queso! Hay miles de escuelas
nuevas, hogares de tránsito, millones y millones para
comprar la sonrisa de los pobres; sí, pero, claro, ¡no hay
queso! Tenés el aeropuerto, pero no tenés queso. Sería
un problema para que se preocupase la vaca y no vos,
pero te preocupás vos. Mirá, la tuya es la preocupación
del resentido que no puede perdonarle la patriada a los
salvadores.
Para alcanzar lo que se está alcanzando hubo que
resistir y que vencer las más crueles penitencias del
extranjero y los más ingratos sabotajes a este momento
de lucha y de felicidad. Porque vos estás ganando una
guerra. Y la estás ganando mientras vas al cine, comés
cuatro veces al día y sentís el ruido alegre y rendidor que
hace el metabolismo de todos los tuyos. Porque es la primera
vez que la guerra la hacen cincuenta personas mientras
dieciséis millones duermen tranquilas porque tienen
trabajo y encuentran respeto. Cuando las colas se formaban
no para tomar un ómnibus o comprar un pollo
o depositar en la caja de ahorro, como ahora, sino para
pedir angustiosamente un pedazo de carne en aquella
vergonzante olla popular, o un empleo en una agencia
de colocaciones que nunca lo daba, entonces vos veías
pasar el desfile de los desesperados y no se te movía un
pelo, no. Es ahora cuando te parás a mirar el desfile de
tus hermanos que se ríen, que están contentos… pero eso
no te alegra porque, para que ellos alcanzaran esa felicidad,
¡ha sido necesario que escasease el queso! No
importa que tu patria haya tenido problemas de gigantes,
y que esos problemas los hayan resuelto personas.
Vos seguís con el problema chiquito, vos seguís buscándole
la hipotenusa al teorema de la cucaracha, ¡vos, el
mismo que está preocupado porque no puede tomar té
de Ceilán! Y durante toda tu vida tomaste mate! ¿Y a
quién se la querás contar? ¿A mí, que tengo esta memoria
de elefante? ¡No, a mí no me la vas a contar!



Enrique Santos Discépolo
De "Mordisquito" programa radial en las décadas de 1940/50

Nació en el Barrio porteño de Balvanera el 27 de marzo de 1901 y falleció el 23 de diciembre de 1951.
Fue compositor, músico, dramaturgo y cineasta argentino.

Material aportado por: María del Carmen Molet



  Tonolec

20 de septiembre de 2012






Canción de cuna


Dormi, dormi hijito dormí
Dormi dormi
Porque tu papá se fue a mariscar
Se fue a buscar miel de abeja
Para nosotros

Dormi, dormi hijito dormí
Porque yo quiero hacer
mi trabajo
Tengo que tejer la red para cazar los pescados
a tu papá




Tonolec: integrado por Charo Bogarín y Diego Pérez

"Canción de cuna ancestral de la comunidad indígena Toba" en el norte de Argentina.

  Manuel Orestes Nieto

17 de septiembre de 2012



Papeles como féretros


Uno regresa a contar sus muertos
a limpiar su muerte
a no dejar huellas del sitio en que cayeron
de la bala que perforó la piel
del día que fue penetrando hasta el bajo vientre
del gatillo que cedió contra la vida
contra la alegría de haber creído siempre.

uno viene solemne   incólume
endureciéndose con el recuerdo
con esas lágrimas de ancianas que no conocimos
con un decaimiento de hombros
y esa manera de ser invadidos una vez más
de ser asaltados en las plazas
en los callejones sin luz
en las bocacalles donde choca el amor contra el amor
y en las avenidas donde no es posible olvidar
donde todo sigue tan presente   tan inalterable
tan cierto

uno regresa a sus muertos
en medio de la llovizna
vuelve a saldar sus deudas
a poner en claro
a manifestar las garrafales pérdidas de entonces
lo que explotaba cada día en el mundo
en alguna parte del miedo
de la rabia que fue preciso padecer
y en lo que heredamos una tarde felizmente
y hoy cargamos como una contraseña
conocida   pública   inevitable

uno regresa a contar el polvo
de sus muertos
a saber que efectivamente murieron su muerte
a no engañarse
a no dar falsas noticias para la resignación
aunque se nos venga encima esa especie de seriedad
de atascamiento en la garganta
y los malditos búfalos atropellando el tiempo

uno vuelve con la certidumbre del rostro
de los asesinos
con el odio agarrado en las manos
con la certeza del corazón
con el color de la sangre
con la transparencia de los hechos

y con la acusación más grave
la condena más feroz
y el recuento de los nombres más largos
y los días más pesados.




Manuel Orestes Nieto
Panamá – 1951

De: El cristal entre la luz –
Obra poética 1968 – 2008
Ed. La Dama Dorada – 2008

Es autor de doce poemarios y publica desde 1970.
Recibió en tres ocasiones el Premio Nacional "Ricardo Miró" de su país (1972, 1983, 1996), con los libros: “Reconstrucción de los Hechos”, “Panamá enla Memoria de los Mares”, y “El Mar de los Sargazos”.
Ganó el Premio Casa de las Américas en 1975 con su libro “Dar la Cara”.
Ostenta la Medalla Gabriela Mistral otorgada por el gobierno de Chile.
Recibe el Premio Nacional de Literatura Pedro Correa en septiembre del 2000, por la excelencia literaria del conjunto de su obra poética.
Ganó el premio José Lezama Lima, Casa de las Américas – Cuba, por el conjunto de su obra literaria.

Obra: s/t   Pieter Brueghel el Viejo (Holanda)

  Alberto Szpunberg

14 de septiembre de 2012




XXVI


La mujer que amo
no es siempre la mujer que amo.

A veces,
se parece tanto a la mujer que amo,
que vuelvo a amarla
como si no la conociera.

Cuando estoy perdido
irrumpe en mis sueños
y me encuentra:
creo que dice mi nombre
para que yo crea que soy yo
pero yo soy otro que la ama.

A veces,
suelo equivocarme
y la llamo por su nombre,
pero ella sigue de largo.

Como la casualidad rige sus pasos,
yo sé que viene hacia mí.

Cierra los ojos
hasta que encuentro en sus caricias
las líneas de sus manos
que descifran a tientas mi futuro.




  
Alberto Szpunberg
Argentino – 1940
De: El libro de Judith
Ed. El surí porfiado - 2008


Obra: Una mirada hacia atrás  -  Luis Blanco 

  Silvina Ocampo

11 de septiembre de 2012




















Epístola a Giorgio de Chirico


Giorgio de Chirico, yo fui su alumna.
Recuerdo el perfil griego y la manzana
y el cielo de París en la ventana
donde soñó el espacio y la columna.

Mientras pintaba yo impetuosamente,
en el silencio, atenta, su mirada,
me asustaba en su cara aprisionada;
Giorgio de Chirico, era usted paciente.

Y recuerdo, en sus cuadros, con un yeso,
pescados cuya sangre no manchaba:
usted para asombrarme la tocaba.
Yo me reí. Perdóneme por eso.

En el ámbito trágico del mar
de sus cuadros, el viento azul se calla,
y en el relámpago se ve en la playa
dos caballos con furia triangular.

Del carro de mudanzas con espejos,
de los muebles que pueblan el desierto,
del ventanal, con sombras, entreabierto,
sobre el místico ardor de los reflejos,

de aquellos habitantes de mi sueño,
de aquellos gladiadores en la arena,
de la niña del arco en la serena
calle patética, es usted el dueño.

Europa está sangrando; así es la guerra
con los follajes de las explosiones
que ha destruido los tiernos corazones,
los hijos, los hogares y la tierra.

Pero el mundo en sus cuadros, admirable,
que buscó el edificio y la moldura
y desdeñó del árbol la dulzura,
permanece en el tiempo, irrevocable.

Las alas del papel, los muros rojos,
la oscura catedral, el cisne triste,
lo que aún no pintó, para mí existe
con imágenes suyas en mis ojos.

El negro, el ocre y el azul -misterio
del aire en sus cuadros- me ha seguido
con fulgor en la vida. Ha prometido
la realidad buscar su cautiverio.

La centáurea es más densa, más abierta;
las estaciones oyen más secretos,
levantando los brazos, altos, quietos;
hay rumores de mar en cada puerta.

Giorgio de Chirico en un sueño arcano
a un muerto habló en las sombras del laurel:
"Oh Piranesi, el bello capitel
conmueve más, sin flores, que un verano.

No invocaré las hojas ni las ramas,
para pintar paisajes duraderos;
no invocaré los hombres verdaderos:
quiero del edificio el muro en llamas,

el hombre como un leño sobre el suelo,
las arañas de sombra estremecida,
la máscara, la espuma definida,
la atormentada formación del cielo".




Silvina Ocampo

Argentina (1903 – 1993)

De: Poemas de amor desesperado (1949)
En: Otro Río que pasa – un siglo de poesía argentina contemporánea.
Ed. Bajo la Luna – 2010


Nació en Buenos Aires y fue la menor de 6 hermanos. Poetisa, narradora y traductora, sus inicios en la literatura están ligados a la influencia de su hermana Victoria, fundadora de la revista Sur, y a la del escritor Adolfo Bioy Casares, al que conoció en el año 1933 y contraería matrimonio en 1940-
En 1954 recibió el Premio Municipal de Literatura por su poemario Espacios métricos; en 1962, el Premio Nacional de Poesía por Lo amargo por dulce y en 1988 el Premio del Club de los 13 por Cornelia frente al espejo, su última antología de cuentos.


Obra: Canzone meridionale – Giorgio de Chirico (Italia)




  Mario Benedetti

8 de septiembre de 2012















En primera persona


Un cielo melancólico acompañó mi infancia
dios era una entelequia de misa y sacristía
con siete padrenuestros y alguna avemaría
me otorgaba perdones su divina jactancia.

luego poquito a poco fue tomando distancia
y un día me hallé lejos de aquella eucaristía
vi tantas injusticias y tanta porquería
que dios ya no era dios sino una circunstancia

se agravó mi conciencia maravillosamente
y cada vez son menos las cosas en que creo/
cuando interpelo a dios se va por la tangente

los milagros se venden de nuevo al menudeo
y así me fui cambiando de buen a mal creyente
de mal creyente a agnóstico / y de agnóstico a ateo




Mario Benedetti
Uruguay (1920 – 2009)

De: “La vida ese paréntesis”
Ed. Seix Barral – 2000


Obra: Brutalidad – Pedro Figari (Uruguay)

  Luisa Futoransky

5 de septiembre de 2012














Rompehielos Bonanza


Nunca escribiste ni en broma
la palabra bonanza
Hasta hoy
Será por eso
Que nos fue como nos fue
O como nos está yendo
Hasta hoy
Que cambio de nombre
de mano
pero de órbita quién puede

Nada vivo a pérdida de horizonte
Joder con las nieves eternas

Quién querrá jugar al ajedrez
Esperar el mesías
enamorarse
ahora




Luisa Futoransky


Argentina – 1939

De: Inclinaciones
Ed. Leviatán - 2006

Obra: Ella  -  Hilda Paz

  Olga Orozco

2 de septiembre de 2012




Arbol de niebla

¿De dónde esta tristeza que me llega
cómo un último amor,
como la débil rebelión de la tierra
por sus lluvias,
por las lianas azules de sus nieblas?
No sé si de la muerte de aquellas dulces hojas
en las que el viento busca todavía
La pálida ternura del estío.

No sé si de ese día en que el otoño
abandonó su rostro sobre un río
perdido en la congoja.

No sé desde qué cielo tanta sombra
asomada a mi pecho entre la pampa
cuando mi vida vuelve como el llanto
a su antiguo paisaje, a sus antiguas voces
que crecen como hiedra desde el sueño.

¿Como no amar entonces, la libertad
tan triste de los médanos
el deseo de mar con que se durmen
mirando hacia otro cielo
donde el recuerdo tiene solamente
la eternidad del trébol?

¿Cómo no amar la angustia de las piedras,
sometidas sin lucha
al inútil retorno de la hierba
al invencible polvo,
a ese lejano muro donde el tiempo
se disgrega desnudo, sosteniendo
las huellas de mis manos?

Alguien me llama aún por sus desiertos
por el aire sombrío que se inclina
al desolado oeste;
mientras yo estoy aquí
con mis pequeñas muertes como un árbol
esperando el olvido.



Olga Orozco
Nació el 17 de marzo de 1920 en Toay, Provincia de La Pampa. Es autora de los libros de poemas "Desde lejos", "Las muertes", "Los juegos peligrosos", "Museo salvaje", "Cantos a Berenice", "Mutaciones de la realidad", "Con esta boca, en este mundo". Recibió, entre otros, el Premio Municipal de Poesía (1962), el Gran Premio del Fondo Nacional de las Artes (1980), el Laurel de Plata de la Universidad de Turín (1984), y el Premio Juan Rulfo (1998). Falleció en Buenos Aires, el 15 de agosto de 1999.


Audio extraído de: Canal Encuentro